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ANDALUCISMO HISTÓRICO

1. En el pensamiento de Blas Infante no podemos traducir andalucismo por
nacionalismo


Las posiciones de Blas Infante van fluctuando, pero siempre dentro de una apuesta por los derechos de Andalucía y por un estado federal que reconociera la pluralidad de los pueblos. En una primera etapa, Infante defiende un tímido regionalismo, que niega toda posibilidad de nacionalismo: “En España sólo hay regiones”,dirá. Al calor de las reivindicaciones nacionalistas en España y Europa, levantará la bandera del nacionalismo, “Andaluces: Andalucía es una nacionalidad, una realidad nacional”. Al final de su vida, su posición política deriva hacia un nacionalismo trascendental, alejado de la historia concreta de Andalucía, rechazando el regionalismo de su primera etapa como el nacionalismo de la segunda: “Yo no me propongo fundamentar una nación, sino un ser”. Traducir el andalucismo de Blas Infante por nacionalismo es una simplificación de su pensamiento que se hace por conveniencia desde posiciones nacionalistas.

2. Andalucismo y humanismo. La tensión entre particularismo andaluz y universalismo

Nunca ve al pueblo vecino como competidor o enemigo, sino, muy al contrario, como aliados en la causa andalucista y en su ideal de humanidad. No hay un atisbo de anticatalanismo o antivasquismo en sus textos, no se puede decir de muchos de los que actualmente se denominan andalucistas. La tensión entre su universalismo y su defensa de lo particular andaluz ha sido llamado nacionalismo paradójico y se le ha echado la culpa de la falta de sentimiento nacional andaluz (“el universalismo andaluz ha restado fuerza al particularismo andaluz, inevitablemente, y ha tenido que bloquear las consecuencias políticas de la fuerte identidad del pueblo andaluz”, dice Acosta Sánchez). Esa actitud abierta, integradora, humanista y solidaria es una de las características más positivas del andalucismo de Blas Infante.
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3. Andalucismo y política
El andalucismo histórico se organizó en Centros Andaluces y después en Juntas Liberalistas, entendiéndose siempre como un movimiento de concienciación y liberación andaluza autónomo de los partidos políticos, aunque en él  participaron, personas que perteneciesen a diferentes partidos. Para Infante, el andalucismo debía ser una forma superadora de las perspectivas parciales de los partidos políticos, con los que será muy crítico. “Infante arremeterá contra éstos y contra los políticos de la época, sacando a la luz sus miserias. Aunque evidentemente su pensamiento tiene una fuerte carga política, Infante nunca pensó en crear un partido regionalista o nacionalista andaluz y fue receloso de la participación electoral, lo que no impidió que él mismo, al calor de las esperanzas suscitadas por la República, participara en las elecciones en dos ocasiones. Su posición ante la política, que no podemos pararnos a explicar aquí con toda su profundidad, es compleja, siendo consciente de sus servidumbres y vicios de base, pero, por otro lado, no cayendo en el antipoliticismo simplón, mayoritario en los ambientes anarquistas.


4. Reivindicación de su ética a favor del pueblo andaluz y de los más explotados

Estamos aquí ante otra característica claramente reivindicable del ideólogo andalucista, el sentido integral que daba a su liberación andaluza. Andalucía no puede ser libre si la mayoría de los andaluces vive una vida de esclavos. De ahí la prioridad que daba a la cuestión social, a una liberación que lo fuera también de la miseria y de la explotación de los más desfavorecidos, en aquel tiempo, los jornaleros y los campesinos pobres. Hay que recuperar el Blas Infante humanista y libertario, su idea radical de democracia y soberanía entendida de “abajo a arriba”, empezando por la autonomía individual, “base indeclinable de la creación y de la autonomía de los pueblos”, su sentido de la necesidad del reparto de las riquezas, de que todos los andaluces y las andaluzas tenemos derecho a disfrutar de los recursos que nos da la naturaleza, que nos da nuestra tierra.

5. Crítica del idealismo y del esencialismo. La concepción trascendental de la historia y la cultura andaluzas

“La identidad de Andalucía constituye un sustrato original al que se suman aportaciones culturales foráneas como Roma, el islam, el cristianismo, etc.”. Para fundamentar a Andalucía, como si ésta “fuera una realidad más allá de la historia y no un producto de ella”.
No existe el SER andaluz, ni el genio, como pretendieron Blas Infante y los primeros andalucistas, y actualmente se sigue pretendiendo desde círculos nacionalistas. Andalucía, como cualquier otro pueblo, es el resultado de su historia real, esto es, de un sinfín de factores, de luchas y conflictos. No se puede seguir justificando la existencia de la nación andaluza desde la mitificación de los rasgos culturales y la historia de Andalucía. Como decimos en nuestro libro Una apuesta por Andalucía, “no es, por tanto, la existencia de Tartessos y Argantonio o el esplendor del Califato, la supuesta realidad colonial andaluza o unos hipotéticos rasgos antropológicos del pueblo andaluz lo que hacen de Andalucía una nación

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